CREACIÓN Y AMISTAD
El pasado 15 de septiembre se presentó en la Librería del Colegio de Arquitect@s de Barcelona la exposición El rabillo de la casa que con mucha ilusión también se realizó en Buenos Aires el 7 de agosto. Con una parte de las fotografías de Flavia Tomaello y microtextos míos (todas incluidas en el libro que lleva el mismo título), esta muestra refleja una amistad creativa que ya lleva más de veinte años y que ha resistido las olas de un océano inmenso entre continentes.
La calidez de toda la gente que estuvo presente y las ganas de escuchar, jugar, participar....y brindar, hicieron que Flavia se sintiera como en casa.
Gracias a todos y todas por preguntar, por comprar el mini libro , por acompañar y reír.........
¿Y tú, que ves detrás de la ventana?
Anexo el texto leído en la presentación.
Mi agradecimiento a Anna Badía, de la Cooperativa d’Arquitectes
Jordi Capell, al Centro Cultural La Minga, en Buenos Aires, cuyo espacio nos
albergó durante el mes de agosto y, por supuesto, a mi amiga Flavia Tomaello, por haber contado conmigo para este proyecto. Me siento contenta.
Las personas nacemos como ventanas por las que el mundo nos
entra: olor, sabor, sonidos....y después nos olvidamos y creemos que sólo
poseemos nariz, boca, orejas. Después recurrimos a las ventanas de cristal que
nos protegen de los fríos y las agresiones aunque la agresión y el frío también
pueden estar adentro.
Detrás de las ventanas vemos pasar el mundo pero el mundo
viene a buscarnos y lo mejor es traspasar las ventanas para ventanear desde el
cuerpo.
En arquitectura las ventanas son el vacío. En poesía, el
vacío es respiración, es aire, el aire que la ventana deja entrar, o no, a su
antojo.
En ingles, window,
la ventana incluye al viento; en castellano, la ventana también llama al
viento, y a Ana. En francés, en italiano y en catalán, fenetre y finestra, la palabra arroja por la ventana y de ese gesto
viene el defenestrar. Pero qué diferente suena y cómo nos divertimos cuando
tiramos la casa por la ventana.
De pequeña me gustaba viajar en autobús porque desde los
asientos, elevados respecto de las calles, miraba las ventanas iluminadas de
los edificios. Ahora me asomo a la ventana del lugar donde vivo, que da a un
patio enorme y sé, por la ropa colgada, si mis vecinos hicieron deportes o
tuvieron una noche romántica.Miro por las ventanas las luces solitarias de un
televisor, las luciérnagas de los teléfonos móviles que tienen sonidos de
mosquitos. Las mujeres del siglo XIX miraban por la ventana porque el mundo se
les hacía pequeño. Dalí pintó a su hermana mirando el mar a través de la
ventana. Hitchcock fue indiscreto.
De la misma manera que a veces miramos de manera rápida y
disimulada por el rabillo del ojo, para que nadie nos descubra, estas ventanas
nos muestran algo, un detalle, el paso fugaz de alguien que pasó y se fue, que
pasó y se quedó.
Hay ventanas pequeñas, enormes, balconeras, ojos de buey, con
apertura en vertical, con apertura en guillotina, abiertas en una cueva,
abiertas en el techo, estrechas, expandidas o cerradas, con cortinas de tela
desde el techo hasta el suelo, o con visillos, enrejadas, enloquecidas. Ventanas
para asomarse, ventanas para huir. Tantas ventanas! Pero nuestras casas no sólo
tienen ventanas sino que son ventanas en sí mismas: por ellas nos abrimos,
ellas muestran lo que nosotros/nosotras, a veces no mostramos. Las ventanas son
el hueco.
Con la teoría de la ventana rota, algunos científicos dicen
que si el cristal de una se rompe, todas acabarán igual. Y yo me pregunto: ¿Romperíamos
una ventana? ¿Qué cara ponemos cuando miramos a través de una de ellas?¿Qué
creemos ver?¿Qué gesto tendría nuestro rostro al romper un cristal? ¿Lo
haríamos?
Las ventanas. Estamos aquí por ellas. Hace veintidós años la
ventana de Flavia Tomaello se abrió junto con la mía. Yo me asomaba y veía su
movimiento, su entusiasmo, su rigor y su alegría. Supongo que ella también
miraba hacia mi cristal. El resultado es que con un océano de por medio, de su ventana a la mía nacieron palabras que
también son ventanas. Flavia abre sus ventanas, mira otras y les saca fotos; yo
miro ventanas que me regalan letras. Y cuando sus fotografías y mis palabras se
encuentran, el cuerpo vuelve al origen y huelo, miro, oigo, como una ventana
gigante por donde siempre entran la amistad y la alegría.