lunes, 6 de diciembre de 2010

ENTREVISTAS PARA COMPARTIR


La intimidad del poema en tránsito

María Auxiliadora Álvarez nace en Caracas en 1956. Formada en Literatura y en Artes Plásticas, sus primeros poemarios  surgen de los Talleres poéticos que hicieron de Venezuela, en los años 80, un estallido de poesía.  En “Cuerpo” (1985), el cuerpo se transforma en palabra imprescindible y directa frente a las construcciones sociales. Desde 1996 vive en los Estados Unidos y además de escribir, se dedica a la enseñanza universitaria. Editorial Candaya ha publicado “Las nadas y las noches” un tránsito por los once libros de la autora, algunos inéditos hasta ahora. Una edición que estremece, poesía que resalta el silencio y da otra dimensión  a las palabras.

NA  - Tu  poemario “Cuerpo” nace en un hospital público de Venezuela ¿Lo consideras un poemario social?
MAA- En parte sí, porque la fuerza de la vida se impone y define la materia de la cual nos vamos construyendo y en parte no,  porque se espera que el hecho artístico supere la circunstancia o anécdota individual y social y se sustente gracias o a pesar de ella, transitando de lo particular a lo singular y de allí a lo universal. “Cuerpo” fue mi segundo libro, y escrito a los 24 años, representó un registro de adquisición de mundo o concienciación del mundo particular, pero plural, que me tocó vivir. Este libro, que es grito, horror y vísceras,  nace de una visita a un hospital público de Venezuela, la mayor maternidad del país, que irónicamente lleva el nombre de la madre de Simón Bolívar: Concepción Palacios. Digo “irónicamente” porque creo que si la señora Palacios hubiera intentado dar a luz a su hijo en esta maternidad, tal vez no hubiera habido independencia para Venezuela ni para Colombia, Perú, Ecuador o Bolivia. Vi a muchas mujeres y a sus niños morir, o los vi sobrevivir a unos y (u) otros en condiciones infrahumanas. Hace 30 años que escribí estos poemas pero creo que la atención social maternal hospitalaria continúa representando todavía la antítesis de la atención y la antítesis de lo hospitalario.

NA  - ¿Qué ha significado para ti y tu obra el exilio?
MAA- Salvación y condena. Me he convertido en lo que en sociología llaman un hobo -o un vagabundo (que no suena igual en femenino), un ser libre, sin filiaciones culturales (salvación), pero desprovisto de lengua (condena). El peor exilio para un escritor: salir del silencio de la pequeña periferia del género para la otra gran periferia de la ajenidad lingüística y política. En fin, nunca se pueden prevenir todas las ramificaciones de la adversidad.

NA  - ¿Crees que tu poesía ha cambiado en tu recorrido desde Venezuela a los Estados Unidos?
MAA- Sí, creo que ha cambiado. Es más cerebral, más de ideas y menos de emociones. No porque esto me lo haya producido la permanencia en Estados Unidos (donde por otra parte la emoción se considera una especie de infra-razón). Me lo ha producido la separación de los seres queridos, por muerte o por distancia, la fractura interna de la ausencia se asienta igual. Y como decía un verso de Alvaro Mutis, el poeta colombiano:  “si un día se nos acaba el amor nos queda la mente”.
                                           Fotografía de Lisbeth Salas
 

Y un poema para disfrutar!

HUNDIMIENTO

 La memoria
de la piedra
es peso
de hundimiento

guarda
en tu corazón
sólo
el sonido
vacío

“Las nadas y las noches”(2009), Candaya.

Si quieres leer más: www.literata.cat (diciembre de 2010)


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