sábado, 18 de julio de 2015

VERANO



VERANO


Hoy es sábado, uno como cualquier otro, si no fuese tan blanco,  si no fuese por el calor. El cielo no está celeste ni gris, es una bruma en la que la estela de los aviones desaparece al instante. Mi vecino acaba de irse a un viaje de más de un mes; como tengo sus llaves y me deja, cojo de su nevera los alimentos que allí están y los meto en una bolsa para dárselos al hombre que pide dinero en la puerta del supermercado de enfrente de mi casa. Yo le digo que aunque la fecha de caducidad terminó ayer, están buenos y durarán tiempo (yo también los comería pero tengo alto el colesterol). Son de una marca artesana (mi presupuesto no me lo permite). Camino cuatro calles y media y en la puerta de otro súper, otro hombre me vuelve a pedir y yo no llevo monedero y ya no me quedan yogures. En una manta tiene una cabeza de muñeca (me encantaría tenerla), un sombrero negro,unas gafas de color naranja y un guante de crin para hacer peeling. Imagino que hoy, ese guante, me haría bien, que agitaría cada una de mis partículas. Mi perro se acerca para oler la muñeca pero creo que no le gusta (en algo teníamos que no coincidir). Como el paseo sólo se trataba de una vuelta de perro (nunca mejor dicho), veo que en la esquina de mi casa una mujer joven bebe cerveza con un grupo pequeño; tiene el pelo recogido en un moño del que cuelga una cinta y lleva un vestido de novia hasta los tobillos y tacones (cercanos). Disfruta de su fiesta sencilla, quizá el único evento; pienso que quiza tampoco tenga dinero o que realmente pensó que no hacen falta tantos oropeles para un día como este. Se la ve contenta, el novio (o la novia) no está a la vista. Yo miro su vestido y me da calor. El mío es suelto, muy suelto y blanco; el de ella, es blanco roto, blanco roto, blanco roto. Un niña, junto a ella, se parece a la cabeza de muñeca y bebe un yogur artesanal. Pasa un avión, hoy es un sábado blanco y yo, de rota, nada.