domingo, 3 de julio de 2016

OJOS

Estos días, los ojos y la mirada estuvieron especialmente presentes en mis horas. Me picaron mucho, muchísimo; dicen que con el paso del tiempo los ojos se secan en el día a día (lágrimas siempre quedan en reserva). El viernes a la noche vi en vídeo Los abrazos rotos, una película de Almodóvar que me perdí en su momento (antes, hace unos veinte años, estábamos puntuales en la puerta de algún cine de la calle Corrientes con mi amigo Fer; éramos fieles seguidores). En la peli, Luis Homar, el protagonista, se quedaba ciego. Me creí de verdad su actuación.
Ayer a la noche, una persona muy querida me llevó a cenar a oscuras. Es posible que el ruido fuese excesivo pero aun así, la experiencia me fascinó. La oscuridad era total, jamás estuve en una situación así, incluso en noches de campo sin luna existe algún resplandor perdido. Hacíamos cosas que en la "luz de la realidad no se hacen". Sentí cada una de las  huella de mis dedos, la respiración, y como hablar era difícil, no hablé.  Parece que las personas que vemos, si estamos en total oscuridad, tendemos a levantar la voz. 
Estar en la oscuridad me descansaba, sentirme atendida por personas que no ven, también. Supe desde el primer momento que me protegerían.
Cuando salí a la luz, seguía tranquila. Entonces recordé que hace un año puse aquí mismo un post sobre la artista Sophie Calle y los ciegos; le obsesionan. Una creadora genial a la que sigo también desde hace veinte años.
Tod@s los que tenemos vista, vemos, y la redundancia sueña ridícula porque tod@s sabemos que algun@s, no ven.
Hoy al mediodía esperaba un semáforo junto a mi perro. Un hombre canoso se acercó a mí. Lo ayudé a cruzar. Ya saben....

Gracias, Paula, por el regalo.

Tiburones en Korador (1928) Tarsila do Amaral